Después de meses buscando una vivienda más grande, esta familia con tres hijos decidió quedarse donde estaba: una casa de 100 m² con un jardín amplio y muy bien situada. El reto era claro: transformar una vivienda de tres habitaciones en una de cuatro, sin renunciar a amplitud, almacenamiento ni calidad de vida.
Replanteamos completamente la distribución interior. La cocina original se convirtió en el nuevo dormitorio principal, con baño integrado, vestidor y un aprovechamiento óptimo del espacio. La antigua habitación se transformó en una cocina abierta al salón, con acceso directo al porche y separada por una puerta corredera doble de cristal, que permite dividir o unificar el espacio según el momento.
Para optimizar los metros, eliminamos zonas de paso innecesarias y reubicamos el segundo baño. Esta reorganización también permitió incluir un pequeño cuarto técnico con caldera, lavadora, secadora y espacio de limpieza.
El uso de tonos neutros y cálidos, combinados con madera en acabado nogal, junto con un pavimento continuo apto para zonas húmedas, refuerza la sensación de unidad, amplitud y coherencia en toda la casa. Un proyecto donde cada metro cuenta, y cada decisión responde a una necesidad real.
