Después de muchos años viviendo en esta casa, esta familia con dos hijos decidió comprarla. Conocían cada rincón: sus puntos fuertes y también sus limitaciones. Por eso, la reforma se planteó desde la experiencia cotidiana, con decisiones prácticas pensadas para mejorar lo que no funcionaba y potenciar lo que sí.
La vivienda, totalmente exterior y con terraza y lavadero, tenía una cocina muy pequeña, ubicada en la zona más oscura de la casa. Al unirla con una cuarta habitación, se creó un espacio amplio y luminoso, organizado en dos zonas diferenciadas: una de cocinado, con encimera generosa, y otra de comedor, separada por las columnas de electrodomésticos y una península central. Esta península da apoyo a la zona de trabajo y también funciona como barra con taburetes. La nueva ventana mejora notablemente la entrada de luz natural.
Se incorporaron dos accesos a la cocina —desde la entrada y desde la zona de noche— para facilitar la circulación entre estancias. También se actualizaron los baños por completo. En el de los niños se instaló un doble lavabo, y en ambos se sustituyeron las bañeras por duchas amplias con iluminación LED. Las habitaciones infantiles se renovaron para adaptarse a sus necesidades actuales, manteniendo funcionalidad y orden.