Esta vivienda, situada en el centro de la ciudad, es el primer hogar de una joven pareja. Presentaba un reto habitual: sus dos fachadas daban a patios interiores. Afortunadamente, ambos patios eran amplios y permitían una buena entrada de luz, por lo que el proyecto se centró en potenciar esa claridad natural para hacer que toda la casa respirara luz y amplitud.
Aprovechamos la zona más alejada de la entrada para crear un espacio diáfano que reúne salón, comedor y cocina. Las ventanas situadas en extremos opuestos permiten que la luz fluya transversalmente, y para mantener esa sensación incluso cuando se quiere cerrar la cocina, instalamos un cerramiento de cristal y aluminio lacado en negro. Una solución práctica y estética que mantiene la conexión visual entre estancias.
La vivienda se completó con una zona de almacenaje generosa, dos baños uno al lado del otro y dormitorios en el lado opuesto. Las puertas, armarios y rodapiés en tonos intensos contrastan con las paredes blancas y aportan un punto de color y carácter al conjunto.
Como detalle final, cada miembro de la pareja eligió su propio baño. Aunque ambos mantienen la misma base de materiales, uno se resolvió en tonos beige y el otro en grises, reflejando sus preferencias personales sin perder coherencia visual.